Llegó la hora de hacer seriados para el
Basura News. El primerísimo primer seriado es "Los mejores momentos del 2007", todas aquellas cosas que de una u otra manera me han traído satisfacciones durante lo que va de año. No necesariamente van a ir en orden cronológico. Aquí va el primero:
Héroe por tres horasEstaba regresando a Venezuela, luego de pasar 4 días espectaculares en San Francisco gracias a la invitación que me hizo Apple Inc. al Macworld 2007. Fue un viaje sumamente largo: Salí de San Francisco a eso de las 7 am (cuatro horas menos con respecto a HLV), en un vuelo de American Airlines, vía Miami. La travesía duró algo como seis horas, un tanto más de eso. Llegado al aeropuerto de Miami (muy pero muy horroroso, por cierto), luego de mentarle insistente e inmisericordemente la madre al Banco Venezolano de Crédito por no depositarme a tiempo un dinero que le pedí con suficiente antelación para poder disfrutar de mi cupo de dólares en "el imperio" -lo hizo justo el día de mi regreso, cuando ya no podía comprar nada-, ubiqué la puerta donde iba a abordar el avión de regreso a la capital del Socialismo del siglo XXI (yuck!). Me senté en la sala de espera, puse a un lado mi abultado morral (lleno de la ropa que no cupo en las maletas y de las ingentes cantidades de confites varios de los que uno suele entapusarse en los aeropuertos); quitéme la cámara del cuello (mi fiel compañera) y estiré las piernas para descansar un tanto. Tuve que caminar que jode desde las miles de revisiones antes de chequearme, la espera inúitl de los equipajes (porque supuestamente debía recogerlos y rechequearlos, pero resulta que los enviaron directamente sin pasar por GO), y luego el recorrido por los enormes y asquerosos pasillos del aeropuerto de Miami.
Llamaron al vuelo ¡al fin! No es que me emocionaba mucho la idea de regresar al pandemonium de mi país, pero sí tenía muchas ganas de darle los pocos regalos que pude comprarle a mis allegados. En fin, como no tengo complejo de cubano, me rehusé a hacer la cola... preferí esperar a que entrara todo el vergajal de gente al avión para yo hacer lo propio sin incomodidad alguna. Así lo hice; busqué mi puesto, abrí la sombrerera para meter a mi obeso morral -vaya que pesaba y esto
rbaba el coño e madre- y me senté.
Me tocó el asiento del pasillo. Aún faltaba mucha gente por entrar, de esa que por alguna u otra razón (a veces por mero, craso y supino cretinismo) no llegan a tiempo a la hora de abordar. Llegó la señora a quien le correspondía la ventana -lástima, porque siempre es el puesto que quiero y tenía la esperanza de que estuviera libre-. Ya casi lleno por completo el avión llegó una familia, muy ruidosa, de muy mala actitud. Eran ítalovenezolanos: mamá ítalo venezolana, hijo número 1 ítalovenezolano, hijo número 2 ítalovenezolano, y una tipa que creo que era tía ítalovenezolana. Los dos niños no superaban los 5 años de edad y para mí infortunio-sí, soy la reencarnación de Herodes- uno de ellos tenía asignado el otro puesto del medio, a mi izquierda. Pasados pocos minutos del ingreso de éstos antisociales -ya verán porqué los etiqueto sin remordimiento alguno-, las cosas dentro del avión se pusieron tensas: mamá ítalovenezolana (una tipa catira oxigenada, espantosa, mal vestida, mal hablada, mal educada y de paso creo que poca amante del hábito de bañarse) empezó a pelear con los tripulantes porque "ella no iba a viajar si no se sentaba con los dos niños, porque los dos eran pequeños" Uno de ellos sí había tocado junto a ella y el otro, a mi lado. Lo griataba a full gañote, alterándonos a todos que estábamos más mamados que teta de puta y queríamos que el puñetero avión saliera pa llegar a Maiquetía cuanto antes. Uno de los sobrecargo, creo que era boricua, tuvo que calarse todos los escupitajos de la bestia desadaptada ítalovenezolana. La consecuencia inmediata: el avión no salía, porque la tipa no permitía que todo estuviera a punto para despegar; la demora iba a ser como de 25 minutos. Yo, un poco ajeno a lo que pasaba le pregunté a un sobrecar
go que tenía al lado -éste sí era gringo porque no hablaba un güevo español- qué pasaba y él me explicó todo el peo. Alcancé a decirle: "ésto sólo pasa en Venezuela, qué vergüenza con ustedes". Total que la desaliñada ítalovenezolana no tuvo otra que calmarse, aunque seguía refunfuñando y profiriendo cualquier cantidad de improperios contra American Airlines y su plantilla laboral. Pero eso era suficiente para que el avión aún no despegara; no lo iba a hacer hasta que la bestia aquella se callara. Al rato el sobrecargo gringo que me explicó lo que pasaba me preguntó si no tenía inconveniente en cambiarme de puesto para que la tía ítalovenezolana -que también echaba guate por esa jeta- se sentara al lado del mocoso ítalovenezolano, pa' que el muy insignificante no viajara "solito" (echito marre!) Sin pensarlo dos veces, accedí le dije al sobrecargo que con todo el gusto del mundo y me fui al puesto donde estaba la otra vieja. ¡Santo remedio!, la otra desadaptada, la cochina catira a juro, al fin se quedó callada. El avión ya podía despegar. La gente cuando vio que accedí a darle el puesto a la familia de desadaptados, me miraba con alivio; los sobrecargo más aún, vieron en mí la tabla de salvación.
El avión al fin comenzó a moverse y la situación había quedado en plena calma. Yo me senté en mi nuevo puesto, con la sensación de haber sido la clave de la callada de jeta de la desadptada aquella. Cuando llegó el momento de servir los aperitivos y la cena, nos avisaron que la comida y la bebida (refrescos) eran gratis; las bebidas alcohólicas había que pagarlas. Yo estaba en las útlimas filas del avión, bastante atrás. Cuando sirven la comida, siempre comienzan por la nariz del avión. Pero esta vez no iba a ser así... antes de servirle a cualquier persona, los sobrecargo se dirigieron a mi puesto para servirme A MÍ PRIMERO. Luego que sirvieron al resto de los pasajeros pasaron puesto por puesto preguntando si alguien quería bebidas alcohólicas, por las cuales -repito- había que pagar. Cuando estaba la mesa cerca de mí, uno de los sobrecargo -el que dije que creo que era boricua, porque hablaba español- le dijo a su asistente: "el señor quiere un trago". Yo, con cara de marginal que pega los 15 números del Kino, volteé a ver si se referían a otra persona. Pero la vaina era conmigo; se me acercó el tipo y me dijo: "señor, qué le gustaría tomar". Estaba yo poseso por la vergüenza, le dije que no quería nada. El otro sobrecargo, el que dijo que yo SÍ quería un trago me dijo: "señor, elija lo que usted quiera, esto no sucede todos los días". Pues nada, les pedí un whisky y me dieron mi vaso full de hielo con una botellita pequeña de whisky, "la cual acepté". Era lógico que todo el mundo se me quedaba viendo con una cara de cochina envidia.
Pusieron una película, la vi entera. Terminó y faltaba poco por llegar. Me medio dormí y al rato se me acercó el sobrecargo gringo, me tocó el hombro y me dio una bolsa; un regalo pues. Yo medio dormido y con 90 kilos de pena le dije, en inglés: "no no no no, no es necesario". Y él insistía, me dijo que era un pequeño detalle de toda la tripulación por haberles ayudado a resolver el peo de la mojón de mierda ítalovenezolana. ¡Era una mega botella de champaña! Menudo detalle. Paso poco tiempo más y el avión llegó a Maiquetía. Se acabó el vuelo, se acabó todo. Un vuelo, un pequeño escándalo. Un héroe por tres horas.