lunes, 22 de octubre de 2007

¡Dios mío! ¿Dónde están las tetas naturales?

Hace un par de semanas estuve en Los Roques. Allí pasó algo que aunque no me sorprendió hizo que me picaran las manos por escribir un post con el tema que ocupa a este que estás leyendo. Pasó que, era un viaje para periodistas, invitados por Sony que iba a hacer el lanzamiento oficial de sus televisores Bravia de Alta Definición -el orgasmo hecho pantalla-. Resumiendo el cuento... subidos todos en el catamaran para ir a Crasqui, llegó la hora de que todo el mundo se quedara en traje de baño. Joder, había que aprovechar la generosidad del sol pa agarrar un poco de sol. No recuerdo exactamente la cantidad de mujeres que habían, aunque cabe decir que ninguna estaba buena. Serían como 9 ó 10. Pero de todas las que habían, salvo dos o tres cuyos cuerpos parecían poco menos que un bollo de chicharrón mal amarrado, ninguna pudo ser capaz de lucir, una, una sola teta natural. Cuando rodaron las franelas y salieron los trajes de baño, aquel catamaran se llenó de no sé cuántos centímetros cúbicos, pero seguro era el volumen suficiente para que con tan solo pincharle aquella bola desagradable a alguna de las mujeres la nave se hundiera, lo juro. Por cierto, una de las portadoras de esas tetas de mentira es una periodista, muy conocida especialmente en radio, cuyo nombre ni de coñas voy a decir, porque no es la idea hablar de nombres acá.
En fin, lo cierto es que la cubierta del catamarán estaba llena de tetas duras, redondas, venosas, pero falsas. Prensadas de silicón. Que unas tetas grandes son llamativas, provocativas, sí, de cajón que lo son. Pero ya cuando te das cuenta -al menos en mi caso muy personal y estoy seguro que en el de muchos hombres con cerebro también- que son así porque tiene una semerenda bola llena de silicón por debajo, pierden el encanto. Peor aún es abrazar, tocar o hacer cualquier vaina a una teta hecha de silicón, una teta de mentira pues. Aquella vaina es dura y parece que se te fuera explotar en la mano, en la boca o en cualquier parte de tu cuerpo con la que oses palparla. No es natural, no es agradable y sencillamente no es nada placentero ver ni tocar una vaina de esas.
Sobre las tetas de mentira, tengo una teoría y es esta, que cuando las mujeres deciden meterse esas gomas debajo de la piel, en el quirófano efectivamente se las meten para aumentarle el tamaño del busto y simultáneamente le extraen algo de cerebro, a algunas más que a otras mujeres y en ciertos casos hasta se lo extraen en su totalidad. Es difícil mantener una conversación medianamente coherente con una mujer ensiliconada por más de 2.45 segundos. Si es promotora -cuyo requisito indispensable para serlo es ser definitiva e indiscutiblemente descerebrada- el tiempo se reduce a 0.12 segundos. Es verídico.
Volviendo al tema del catamarán y al vendaval de tetas falsas, cuando pasé por aquel episodio vi al cielo y le hice a Dios la pregunta con la que titulé este post. Ahorita en una ciudad tan llena de esnobistas como Caracas es cada día más difícil ver una mujer con sus tetas naturales. Particularmente prefiero a una mujer con sus tetas tal cual se le desarrollaron, no importa si son pequeñas. En caso contrario, preferiría ponerme creativo con una barbie, que es la misma paja que tocar unas tetas de silicón. Para mis adentros, aplaudo a cada mujer que veo con sus pechos intactos... me gustaría parármele a cada una y felicitarla, pero sería algo sumamente ridículo aparte de engorroso.
Insisto que sí es de pinga ver a una mujer con sus tetas sobresalientes, pero nunca si son de plástico. Las prefiero pequeñas y naturales, que duras y llenas de petróleo por dentro. Si tú que estás leyendo esto, tienes tus tetas naturales !te felicito! Si las tienes operadas y te sentiste ofendida con el comentario de lo que les hacen en el quirófano, escúpeme si te provoca, pero eso no va a cambiar mi parecer sobre las tetas de mentira. En todo caso disculpa, pero si Dios no te dio tetas grandes, aprende a lucirlas sin importar sus dimensiones, por algo Dios te hizo así, por algo eres mujer -al mejor creación sobre el planeta-. El plástico está demás.

Raikkonen el imposible


"It's over, it's over. Hamilton is in seventh". Con esas palabras el ingeniero que comunica a Kimi Raikkonen con el paddock de Ferrari le confirmaba por radio al piloto finlandés que era el nuevo monarca de la Fórmula 1, tras la culminación del GP de Brasil que bajaba el telón a una de las temporadas más estresantes de la categoría reina del automovilismo.
Algunas cuantas veces lo dije, a riesgo de ser escupido hasta por mí mismo, que el "Ice Man" era mejor piloto que el mismísimo Michael "Kaiser" Schumacher. Ahora que por primera vez se hace con el título que le fue esquivo en las temporadas 2003 y 2005, no sé si confirmar mi teoría; pero no cabe duda que el finlandés, nacido en Espoo, es el piloto que la Fórmula 1 debe tener: es perversamente frío, concentrado, rápido y no anda con malcriadeces ni con mariconería alguna. Respeta a sus contendores dentro y fuera de la pista, no deja que su ego lo domine y solamente se sube al monoplaza por una sola motivación: ganar carreras, no ser una puta de los medios de comunicación como inevitablemente terminan siendo presas el casi 100% de los pilotos de la parrilla, año tras año.
Digo que no sé si conformar mi teoría de que es mejor que Schumacher (casi inalcanzable con 7 campeonatos), porque Raikkonen, quizá por falta de un carro netamente fiable, comenzó a deslucir en la campaña 2006, su última bajo la braga de McLaren y a principios de la 2007 cuando llegó a la casa que por naturaleza le correspondía defender, la de Maranello: Ferrari.
Tuvo un comienzo mejor imposible con la victoria alcanzada en Australia, algo atípico para un piloto que cambia de escudería. Luego comenzaron a lloverle los incovenientes de fiabilidad, comenzó a ser superado por los dos McLaren y hasta por su mismísimo compañero, el brasilero Felipe Massa. Tan pobre desempeño hizo que la implacable y chismosa prensa europea lo catalogara como la peor inversión de Ferrari -hoy por hoy es el piloto mejor pagado de la F1, incluso gana más que Alonso que tiene dos campeonatos en el bolsillo-. Se llegó hasta hablar de su salida de la "scuderia". Pero ahí fue cuando más privó lo frío y determinado que es: junto al renacer de Ferrari, Raikkonen comenzó a callarNOS a todos la boca.
Combinado con la pelea de egos en McLaren, específicamente por las pretensiones de Alonso, el finlandés comenzó a sumar tantos puntos como le fueran necesarios para meterse en la lucha por el título. Y aún más a su favor, el carro del cavallino rampante mejoró sustancialmente en fiabilidad y un tanto más en velocidad: la mesa estaba servida para que el vikingo se sacara la espina que se le incrustó en 2003, cuando ganando pocas carreras amenazó el hasta entonces imbatible reinado de Michael Schumacher y de nuevo en 2005, cuando con el carro más veloz de ese campeonato -el bólido de McLaren- casi evita que Alonso se convirtiera en el piloto más joven de la historia en alzarse con el título.
Todo parecía indicar que Raikkonen sería el "campeón que nunca fue", incluso con su pase a Ferrari que tras imponer una dictadura en la categoría ganando los campeonatos de pilotos y constructores, gracias a la cuasi perfección del Kaiser Schumacher, comenzó a dar visos de devacle y oscurantismo, con una sequía de dos años sin ganar nada que no fuera uno que otro GP.
Este año cuando las hazañas de Hamilton, el niño de oro de McLaren, hicieron borrar el recuerdo de Schumacher, todo parecía que Kimi seguiría condenado a ser un gran rey sin corona. Pero, como se dice en términos futbolísticos o beisbolísticos: el juego no se acaba hasta que termina. Cuando pese a tener opciones remotas al título, nadie lo daba como campeón, el finalndés conjugó todas las condiciones a su favor, especialmente las de buen piloto, para quitarle de la boca un eventual tricampeonato a Fernando Alonso y un cuasi seguro título a Lewis Hamilton.
Fue el protagonista de una de las carreras más infartantes de la historia, sin duda la mejor de la temporada 2007.
Personalmente habría preferido que ganase Alonso, pues es a quien me queda por apoyar -pese a sus pataletas y lloriqueos-. En un principio y hasta mitad de temporada, aplaudí las opciones de Hamilton para inscribirse en la historia como el novato más perfecto de la F1, el primero en titularse en su campaña de estreno; hasta que al negrito se le subieron los humos. Pero, la historia es implacable y a veces tiene su lado justo: la gloria le tocó al mejor, a Raikkonen el imposible.