martes, 3 de febrero de 2009

El lado oscuro (y marginal) de la tecnología

Siempre he sido, y seguiré siendo, defensor de la tecnología. Nos facilita la vida, ayuda a mitigar errores, nos divierte; y podría pasar 345 años enumerando los beneficios que ella provee. Pero, para una persona de exigua paciencia como yo, la tecnología puede ser tan malévola como útil.
Explico porqué: La vaina viene por los celulares, a mi parecer uno de los inventos más acertados de la humanidad; sólo falta que te haga la paja. Lo tiene (casi) todo. Y una de esas funciones, una de las más útil, es la que me ha sacado la piedra en no pocas veces: la función de reproductor de música (en formato mp3 o el que se le ocurra la puta gana). No me ha sacado la piedra por sí sola, sino por el (mal) uso que le dan algunos animales con ropa:

Caso 1.- Banco / Tarde.
Disponíame yo a pagar, como religiosamente lo hago cada mes, las mensualidades de mi carro en la agencia de un banco que tiene una pésima campaña publicitaria en la que sale un ser que parece un drogodependiente dudosamente rehabilitado sobándose la cabeza. Pocos minutos en la cola y entró a la agencia un tipo que probablemente ignora porqué la bandera de Venezuela tiene una franja azul en el medio. Llegó con su celular y no tenía más de 2 minutos haciendo la cola cuando lo puso en función "reproductor de música" y dejó que el aparato reprodujera una salsa guarra, pero guarra guarra A TODO VOLUMEN. No me molesta que cada quien se contamine el cerebro con la música que se le pegue su gana (yo me contamino el mío con mi basura), pero JODER ponte un audífono, mono de mierda, choro mal aprendido. ¿Qué coños te hace pensar que nos causa placer el escuchar esa mierda que crea el ambiente de un bar en la Baralt? Lo peor es que nadie, ni siquiera el vigilante del banco, se atrevió a pedirle al animal ese que o le bajara el volumen o apagara su mardito celular (probablemente robado). Yo tampoco iba a ser el valiente que se iba a atrever a pedirle que apagara su mierda; preferí morirme de la arrechera y escuchar obligado la cochinada esa que recibir una puñalada al salir del banco.

Caso 2.- Consultorio Médico - Tarde
Estaba con los dos amores de mi vida, María Alejandra y Daniela Alejandra, esperando para ser atendidos por el médico en un consultorio. Una de las pacientes, que seguramente compartía algún gen con el macaco del caso anterior, también sacó su "SELULAL" y, sin importarle el sitio ni el resto de los pacientes, activó la función de "REPRODUCTOL DE EMEPETREJ" y dejó sonar el típico hilo musical de camionetica, a todo volumen, como si al resto de los que estábamos en espera nos produjera orgasmos varios el esperar al médico al ritmo de Chino & Nacho, Daddy Yankee o algún galán de burdel. Sólo por tener a mi beba en brazos, no me atreví siquiera a pedirle a la malandra aquella que bajara el volumen, porque como mínimo me ofrecía una puñalada.

Caso 3.- Camionetica - Mañana
Iba yo a buscar mi carro, guardado en un estacionamiento, por aquello de la inseguridad. Como el camino era largo, me tocó agarrar camionetica. Súbome y me senté en el único puesto que quedaba disponible. A mi lado, un adolescente (con todo el sentido de la palabra) no fue que activó la función de reproductor de música de su teléfono, sino que cargó un video de algún regguetonero narcotraficante y, lógicamente, lo puso a todo volumen. ¡Qué orgulloso se habrá sentido el maruto verde ese de que todo el mundo se enterara que tenía un celular capaz de reproducir un video!

Aclaro: no por ser salsa o narcotón, perdón, reggaetón, me sacó la piedra el uso marginal que le dieron esos animales a su celular. Cualquier ritmo, escuchado a todo volumen y en un sitio donde te lo tengas que calar de manera obligada, me habría hecho arrechar.