miércoles, 13 de febrero de 2008

Relatos patéticos II

Insoportable. Inmamable. Animal, por decir lo menos, es lo que pareces. Eres incapaz de hablar, no sabes hacerlo ¡todo lo que haces es gritar y sacarme la piedra! Aunque trate de ignorarte, es imposible no morirme de la arrechera cada vez que emites tus puñeteros gritos por teléfono, hablando con los demás, hablando contigo misma... no me dejas trabajar bien, no te tengo tolerancia porque eres un ser repulsivo. Tu incapacidad para hablar con decencia me hace verte así. Y peor aún, cuando pasa alguna boludez en este país y lo pasa Globovisión, pones el volumen del televisor a todo volumen, escoñetando sin clemencia el ya mellado sosiego de quienes tenemos la (des)dicha de tenerte como compañera de trabajo. Es como si no tuvieras conciencia, tú, insportable ser, que trabajas con GENTE, coño! No estás sola en esta redacción, no estás en tu casa ni en una pulpería. Y pensar que me triplicas la edad, podrías ser mi abuela incluso, pero no te ganas ni te mereces mi respeto, ni el de muchos de nuestr@s compañer@s tampoco. Eres una xxx (me reservo aquí el epíteto que rima con "almeja" y es alusivo a tu acumulada edad) maleducada, porque no es sólo tu imposibilidad para HABLAR como GENTE, sino que además eres incapaz de pedir permiso o disculpas cuando te tropiezas con alguien.
Sí soy un intolerante de mierda, pero el reiterativo y compulsivo placer que pareciera que te causa el gritar me escoñeta los güevos. Aunque quiera ignorarte y en ocasiones me ponga los audífonos para que no se cuele en mis oídos tu repulsiva y maltratada voz, me sigues perturbando la estadía en el periódico.
Tanto me has jodido las horas que paso día a día en el trabajo que me produjiste una enorme perversión: ahora me da placer a mí hablar mal de ti.