viernes, 9 de noviembre de 2007

Y llegué a mis vacaciones

Es viernes. Faltan escasas horas para que comiencen formalmente mis vacaciones. Es la quinta vez, en seis años que llevo en el periódico, que las agarro. Coincidencialmente en las vacaciones impares (la primera, la tercera y esta, la quinta) he tenido la fortuna de que me sale un viaje, todos ellos a Europa, con la salvedad que para el que me toca ahora no pago UNCO. Si las estadísticas no fallan, eso indica que pa' las vacaciones del 2008 no debería viajar.
No sé por qué en esta oportunidad no siento una carga de efusividad como sentí en las salidas a vacaciones anteriores. Para mí es como un viernes normal, previo a un fin de semana libre.
Debería estar brincando en una pata, pero no es el caso; no sé por qué. No es que vaya a extrañar al periódico ¡NI DE COÑA!... sí voy a extrañar -y que jode- a mis compañeros de trabajo, pero al recinto no. Tampoco es que no quiera tomar vacaciones; de cajón que las quiero tomar.
Quizá ya me alegraré el lunes, cuando me despierte y caiga en cuenta que no tenga que apurarme pa desayunar, bañarme, vestirme, recoger las llaves del carro, el celular, guindarme en el cuello el carnet, guardarme la cartera, cepillarme los dientes, cerrar las ventanas de mi cuarto y apagar el calentador y ponerme la coraza para aguantar a los subnormales al volante... todo ello para llegar al periódico. Este lunes y los cuatro que le seguirán, tendré la dicha de no tener que repetir la rutina. Quizá cuando llegue ese día es que brincaré en una pata porque al fin estaré de vacaciones. Veremos.