sábado, 4 de octubre de 2008

Raterismo aeroportuario


No debería sorprenderme. Pero por lo menos los tres segundos que vinieron luego de enterarme, fueron de suma sorpresa para mí; efímera eso sí, pero sorpresa al fin. Esta es la historia:

El jueves 2 de octubre por la noche llegué de Panamá. Después de presenciar cómo ladillaban la paciencia a Leopoldo López y a su esposa, Lilian Tintori, los funcionarios de inmigración -una razón más para tenerle una arrechera de puta madre al comunismo y a quienes comulgan con él-, me sellaron mi pasaporte y, como es lógico, fui a esperar el equipaje.

Tardó bastante en llegar a mis manos la maleta, razón suficiente para preocuparme un poco por la suerte que correría su contenido. Hasta que apareció, le eché un ojo por encima y vi que estaba todo en orden, o al menos no tenía signos de haber sido abierta y saqueada.

Llegué finalmente a mi casa, agradeciéndole a toda la corte celestial, incluyendo a San Pateste, el haber salido ileso de un posible ataque hamponil en la autopista Caracas-LaGuaira. Dejé la maleta en la sala, sin abrirla ni pararle la más mínima bola, y me fui a dormir.

Al día siguiente me tocó abrir la maleta para sacar algunas cosas y entregarle a mi mamá un pequeño detalle, y digo pequeño porque de haber podido cambiar los euros ("mardito" sea Panamá que ni en el aeropuerto ni en el hotel ni en los centros comerciales, me cambiaron los putos euros) le habría traído algo más rimbombante. Saqué el "pequeño detalle" y fue entonces cuando me di cuenta del gran detalle: ¡ME ABRIERON ESTA VAINA Y ME ROBARON!

¡Qué estúpido pensar que nada más porque la maleta tenga un candado el hampa no se va a aprovechar de ella!

La vaina fue que llevaba tres vasos tipo shot con motivos alusivos a Venezuela que pretendía regalarle a algunos colegas extranjeros que me cayeran bien (99,2% de los que conocí me cayeron bien pero me dio ladilla regalar vasos). Esos vasos venían envueltos en un papel, y enrollados para evitar romperse dentro. Lógicamente, semejante, empaque indica a cualquier ser viviente: "aquí hay algo nuevo". Pues el empaque estaba roto, lo abrieron para cargar con el botín. En principio, amén de la obvia rotura del empaque, me percaté de que habían robado apenas uno de los vasos. Luego revisé superficialmente el resto del contenido de la maleta y, afortunadamente, la ropa estaba completa. Pero la tragedia continúa: En vista de que a los rateros de equipaje en el aeropuerto (los que se encargan de llevarlos desde el avión hasta las correas de entrega, LUEGO DE SAQUEARLOS), les pareció chimbo el botín (los tres puñeteros vasos) buscaron algo más "de interés". No tenía nada nuevo, no compré nada (recordar el infeliz capítulo de la negativa de los panameños a cambiarme los euros), pero había dos frascos de colonia, usados, pero con muchas oportunidades de uso por delante. "Agarrando aunque sea fallo!!", habrá dicho el hijodelagranputa resentido que me sacó los frascos.

Seguramente a ese infeliz le costará un año de sueldo más las utilidades y un préstamo bancario -amén de algún posible atraco en una camionetica- el comprarse un pequeño frasco de colonia barata. Bien por él y su cochina existencia que consiguió sin esfuerzo alguno dos buenas colonias -seguro le sale sarna cuando se las eche porque dudo que en su trimardita vida se halla perfumado bien-. Pero lo que en realidad me escoñeta es que los dos frascos fueron regalo de cumpleaños.

Una compañera de trabajo, quizá tratando de consolarme y disminuir mi arrechera por la "espectacular bienvenida" a Venezuela, me dijo que probablemente el robo fue en el aeropuerto de Panamá y no el de aquí. ¡Claro! es probable; pero hay un detalle que me hace pensar que el raterismo fue de factura nacional: Los tres vasos, de los cuales pensé que se habían robado uno solo, llevan un dibujo con motivos venezolanos y la palabra Venezuela en su exterior. Al revisar bien el equipaje, resulta que el vaso que pensé extraído, estaba dentro de la maleta. Es decir, el ratero abrió el paquete vio que eran vainas venezolanas y tiró el vaso dentro del equipaje. ¿Qué tanto interés puede tener para un ratero venezolano tener un souvenir de su propio país? De pronto si dijeran Cuba, Zwazilandia o cualquier otro país no se lleva uno: SE LLEVA LOS TRES, sólo porque son vasos extranjeros.

Pero de todo este peo me queda una moraleja: dejar de pensar en pajaros preñados, pensando que sólo con un candado en el cierre no van a abrir la maleta. La próxima vez no solamente la envuelvo en plástico -que también puede ser perfectamente violado, pero al menos le da más trabajo al ratero-, sino que voy a agarrar tres interiores, me voy a cagar sobre ellos y así, llenos de mierda, los voy a poner de primeritos en la maleta para que a cualquiera que ose abrir la maleta en busca de un botín, se lleven un buen souvenir de mi parte.

Kaput!