lunes, 11 de junio de 2007

Crónica de un vómito anunciado (No apta para gente escrupulosa)


Estaba yo estudiando el segundo año de la carrera -tan lejos como 1996, cuando éramos felices y no lo sabíamos o éramos infelices pero nos sabía a mierda-. Era viernes y salí con unos panas a enjuagarnos el hígado; la mejor opción para ese preciso momento, y tomando en cuenta que éramos todos unos mantenidos, era beber en casa de uno de ellos. Era lo más barato.
Resolvimos comprar una botella de ron. Santa Teresa, fue la marca elegida; entramos al Cada de un centro comercial en Chacaito, recuerdo. La fulana botella era de las más grandes, de esas "pechocuadra'o". Estaba bien, se ajustaba a nuestro paupérrimo presupuesto. Semejantes dimensiones de la botella, dio pie a un pana a bautizarla como "Jeannie" (como mi Bella Genio -no hace falta que explique el cuento de la genio que salía de la botella, etc, etc, etc.). Eran más o menos como dos litros de ron, lo que nos esperaba esa noche. Menuda coñaza etílica.
Creo que debemos haber comprado Pepsi o Coca Cola para acompañar a Jeannie; lo cierto es que era una cola negra. Valga acotar que no cenamos, no comimos. El estómago estaba listo para recibir una buena pea. Y así fue. Eramos cuatro panas, incluyéndome, y para entonces éramos uno más descerebrado que otro. Ya cuando llevábamos por lo menos cinco tragos cada uno y estábamos suficientemente posesos por la pea, uno de ellos, el dueño del apartaco donde nos jalábamos la botella tuvo que salir no sé a qué. Se perdió por un buen rato; de hecho creo que hasta que me fui de su casa no lo vi volver. Ya más entrada la noche y la pea ya en plena pubertad, uno de mis panas comenzó a preguntar por "Mario" (el dueño del apartaco). No se quedaba quieto; quería saber a juro y porque sí dónde estaba Mario. Se puso impertinente, muy impertinente, pero para qué culparlo si, repito, éramos todos unos descerebrados. Total que el otro pana, llamémosle el número tres, y yo nos asomamos por el balcón y vimos que abajo, en uno de los jardines, había en una esquinita una pareja lamiéndose las muelas de manera mutua y repetitiva. Al pana número tres se le prendió el bombillo y le dijo al pana número uno, el impertinente: "ALLÁ ESTÁ MARIO".
El pana, que difícilmente podía caminar más de dos pasos sin que se le batiera el piso, caminó como pudo hasta el balcón (que afortunadamente estaba enrejado) vio a la pareja que en feliz jolgorio seguía en lamementazón de muelas, y como la ya adulta pea no le permitía fijar los objetos visualmente, juraba que era Mario. Pues se quedó no sé cuántas horas guindado de la reja del balcón viendo a lo que él creía que era Mario. Yo que ya tenía una pea que estaba en plena edad reproductiva no recuerdo que hacía a esas alturas del ágape. Lo cierto es que no tardé en dormirme arrimado en un mueble.
Amanecido el día y con la pea en etapa de descomposición (hubo mutado de pea a ratón) me dispuse a irme a mi casa. Me tocaba Metro porque para entonces ni tenía carro, ni tenía dinero para un taxi y no iba a llamar a mi mamá pa que me fuera a buscar en ese estado, un sábado a poco menos de las 7 de la mañana. Bajé del edificio y caminé, bastante golpeado, por el boulevard de Chacaíto hasta llegar a la estación del Metro. Ya mi sistema digestivo acusaba el maltrato que le di con el elixir de Jeannie y la falta de bocado -que no ingería desde el día anterior como al mediodía-. Pero vamos, no era nada grave... aún. El Metro, como era ya usual desde entonces, se tardaba todo lo que le daba su putísima gana. Ya estaba sudando un poco de frío, pero no me preocupaba el estado en que estaba. Quería llegar a mi casa cuanto antes. Tuve que agarrar el Metro desde Chacaíto hasta Capitolio; bajarme, hacer la infernal trasnferencia hasta El Silencio, tomar otro tren para irme hasta La Paz donde debía tomar el metrobus hasta mi casa. Aconteció todo eso, pero a poco tiempo de salir desde El Silencio rumbo hacia La Paz, mi estómago comenzó a producir jugo gástrico con los restos del alcohol que aún yacían en él y que se negaba a pasar al resto de mi organismo. En otras palabras... se me pegaron las ganas de vomitar. Pasó una estación; dos, tres... el vómito era inminente; ya lo sentía por la entrada del esófago. Pero como podía lo contenía para evitar una tragedia en pleno Metro. Faltaban pocos minutos, yo diría que segundos para llegar a La Paz y el vómito ya lo tenía en toda la garganta. No había otra, tenía que vomitar y aún estaba dentro del vagón. Como Murphy siempre nos "premia" con su aparición, pues el tren llegó a la estación y se paró justo donde debía hacerlo... pero NO ABRÍA LA PUTA PUERTA... yo tenía algo como que tres segundos para irme en vómito. Pasaron los tres segundos... diez segundos, UN MINUTO. La puerta seguía cerrada. Sólo tenía yo dos opciones... o abría mi boca y soltaba todo "el caldo" dentro del tren o vomitaba con la boca cerrada y me tragaba todo inmediatamente. Mis escrúpulos me impidieron vomitar frente a tanta gente (porque a esa hora había gente): el vomito me lo tragué completo. ¿Qué habrías hecho tú?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente creo que si lo piensas en frío, yo pienso que tragárselo es algo asqueroso y lo único que se podría lograr con eso es vomitar otra vez o peor aún necesitar un baño URGENTE… Sin estar en esa situación puedo decirte que yo hubiera preferido vomitar en el piso del metro y salir corriendo jajaja… o podías seguir los consejos de un amigo, que basado en sus experiencias, su solución fue vomitar dentro de su camisa. Eso te hubiera dado chance a salir del metro y luego en un lugar seguro te sacabas la camisa y dejabas caer todo al piso.

Lástima que las ganas de vomitar fue al día siguiente y no cuando veían a Mario por la ventana, hubiera quedado fenomenal vomitar y que le cayera a los dos, así tenían algo más que las muelas que limpiar.

Saludos,

Nanny

PD: por cierto me gusta tu blog.

Daniel Ricardo dijo...

Jajajajaja Nanny, me imagino que eres la novia del Poderoso señor E, ese que a bien tuvo vomitarse dentro de la camisa y cargar con el bultico un buen rato! La verdad no me hubiese atrevido a hacer, eso; preferí ser aún más cochino y te cuento algo y te va a parecer inaudito: después que me tragué el wafle, me sentí muchísimo mejor. El ratón se fue pa'l coño! Claro, luego el ardor de la garganta no era normal; eso de pasarse el jugo gástrico (puro ácido clorhídrico) de ida y vuelta por el esófago, no está nada fácil.
Gracias por escribir Nanny, vuelve cuando gustes. Espero seguir publicando más historias sórdidas...tengo un arsenal de ellas, propias y de otras personas.

Unknown dijo...

Por favor, por favor... no empleen mi historia del vómito en su conversación, desvirtúan la realidad de esa noche en que no pude tragarme el "guafle" que salía de mi boca...
Por cierto señor Basura Mayor...¿está usted seguro que ese capítulo de los "lamemuelas" no fue en Montalbán?

Daniel Ricardo dijo...

No chamo, este particular cuento de "lamemuelas" fue en las residencias Sanzsouci, o como se escriba. Ahí vivía Mario. Hay otros cuentos de lamemuelas en montalbán, pero no es éste. En muchos de ellos fuiste protagonista tú jajajaja y otro de Ricardo Martínez con Momia (Mirna Pérez) ASCO!

Unknown dijo...

En SanzSouci también vivía Alex... Por cierto: ¿qué habrá ocurrido con Ambara?...¿quién tendrá la pulga?, yo creo que tú te la quedaste en propiedad exclusiva...

Anónimo dijo...

Daniel denerias escribir una historia de lamemuelas completas por ejemplo la de la momia, ya que lo pones aquí creas curiosidad o una más interesante.
PD: acuérdense que esto es público, estamos leyendo todo.

Nanny

Daniel Ricardo dijo...

No chamo, la pulga la tuve en algún momento. Todos la tuvimos alguna vez. Ya debe estar en otro lugar, quizá debe haber llegado a Madagascar. Nanny, tú que ya debes conocer alguna de las historias de chupamuelamentazón... ¿cuál sugieres?

Anónimo dijo...

Daniel aunque llevo casi tres años escuchando historias de tu los basuras nunca había escuchado la expresión "lamemuelas” por eso te puse que contaras una interesante jajaja.

Nanny