lunes, 24 de septiembre de 2007

Sucedió, otra vez

Hoy lunes al mediodía, luego de almorzar, tal cual como lo hago religiosamente al terminar de hacerlo, me dispuse a cepillarme los dientes. Y volvió a ocurrir: mataron a Jesucristo dentro del baño y olvidaron bajarlo de la cruz. La pestilencia no era normal. Tuve que cepillarme con un penetrante y repulsivo hedor a mierda.
Ya veo que aquí en el periódico -tal como lo reseñé en el post anterior- hay quienes no tienen mejor hora para deponer que la que va de doce y media del mediodía y las dos de la tarde; y no sólo eso sino que parece que cagaran en las paredes y en el piso, porque el hedor no escapa sino hasta bien entrada la noche.
Peor aún, justo cuando me cepillaba conteniendo la respiración para evitar morir, alguien llegaba, sentábase en una de las pocetas y pareciera que trajera una pelea de perros en ese culo, porque la vaina tronó de tal manera que casi se estremecen los espejos del baño. Creo que la moraleja personal es cepillarse en otro sitio o simplemente esperar a llegar a mi casa para evitar sentir sabor a mierda mal digeridad en mis dientes. Es verídico. Es patético. Es asqueroso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

AHHH entonces no es mi queridísimo porque hoy no está jajajaja...
Nanny..

Daniel Ricardo dijo...

Jejejejeje, si, por descarte no fue el susodicho. Dile que te cuente en qué clase de museo de muñecos de barro se transforman los baños de este periódico.

Anónimo dijo...

vas a seguir hijuecherga lo eres por alzarme la voz